18 ago 2007

ALREDEDOR DE LA MEDIANOCHE


Un hombre solo caminando por una calle parisina , angosta y de empedrado, húmeda por la lluvia reciente. El caminar de este hombre, muestra que trata de resignarse a ese cansancio que lo acompaña casi desde que nació. Se siente viejo. Solo tiene un sentido seguir caminando.Camina para llegar al bar, necesita olvidar la terrible tragedia que es la vida.
Ya no se pregunta nada, ha estado años haciendolo sin encontrar respuestas a algo tan inaudito.
El y su música siguiéndolo a todos lados. En su cabeza, en su corazón, en cada parte de su piel, la música se escapa, debe frenarla. Si fuese por él ya hubiese terminado con todo pero le ocurre que cuando llega al borde su música lo tironea y lo abraza, lo besa apasionadamente, lo embriaga y termina engañándolo. Y esto se repite cada noche cuando sube al escenario y toma su saxo. Ellos se miran y terminan fundiéndose en un beso apasionado y el olvido aparece otra vez, pero legitimado, aceptado por todos los hombres que lo rodean. Para él tomar vino rojo y tocar su saxo es casi lo mismo, ambos poseen ese efecto atrevido pero para la gente lo primero es un defecto, una enfermedad. Prohibirían el alcohol en todo el mundo si fuese necesario para que el hombre siga tocando-les.

Yo lo dejaría tomar su vino mientras besa su saxo y su lamento estalla en el escenario. Yo le daría los barriles enteros, los golpearía con un hacha hasta verlos sangrar para poder ver su sonrisa,Para dejarlo a solas con sus sueños. Me acodaría en el respaldo de una silla, en silencio, viendo como dibuja formas con el sonido. Aspirando su aire, su respiración traducida por el saxo. Fumaría mientras, él sentado hace el amor con la música.
Me quedaría hasta que culmine, adivinando ese gesto doloroso que aparece en su cara cuando debe hacer un silencio porque quiere seguir besando aquello que más ama.
La música.

Tengo que irme. Me gustaría seguir escribiendo, pero viajo en horas. Escapo en un avión y como el hombre del saxo, en cada paso que doy intento olvidar esta terrible tragedia.
Ahora me parece que es tan inútil hacerlo pero algo me tironea y me dice que me quede un tiempo más.

Quiero abrazar al hombre del saxo y sostenerlo en su mareo de vino tinto. Caminar por la calle húmeda mientras el silencio nos persigue.Sentarme junto a él frente al río para ofrecerle una petaca. El hombre solo mirará el brillo en mis manos y con gesto cómplice me dirá sin decir que le preste el olvido que tanto necesita para poder seguir creando y muriendo sin darse cuenta. No dudaré un segundo, le ofreceré la pócima y seguiré pacientemente sus movimientos viendo como su fragilidad desaparece luego de beberla.
Después me iría, sintiendo que ya fue suficiente, que no tengo derecho a seguir siendo espectadora de su descanso, de su infierno, de su terror o de su padecimiento.
Me iría, caminando con la mirada clavada en los adoquines brillantes.
Siguiendo la melodía que quedó resonando en mi alma.

Si él me pidiese la muerte se la daría.
Sería lo mínimo que podría hacer como respuesta a tanta belleza y tanto terror combinados.
Nadie que no haya caminado por las calles de la tragedia puede crear verdaderamente.
Este es el verdadero don.
Vivir con el horror de la muerte lamiendo tus bordes diariamente.

Me tengo que ir,ahora si
Vuelo en unas horas
Y la noche me sigue masticando con sus hermosos dientes
Perfecta y resplandeciente sonrisa
deja ya de seducirme, que debo dormir
Que debo despertar en la rabia del día.
En pocas horas, el sol aparecerá
y yo querré seguir escapando en sueños.

En un sueño en el que camino con el hombre negro
El hombre que cada noche bebe la sangre roja
y toca como un ángel.
Esa rara y maldita bendición
de ser un artista.
Calíope -Agosto 2007



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