CUESTIÓN DE PIEL
"A vosotros los modernos,
a vosotros los hijos de la reflexión,
os incomoda el amor entendido como goce supremo,
os incomoda la divina jovialidad.
Ese amor os trae desgracias.
Os hacéis vulgares en cuanto quereis mostraros naturales.
La naturaleza se os presenta como algo hostil;
a los risueños dioses de Grecia nos habéis convertido en diablos y a mi, como a todas las diosas, me habéis transformado en una diablesa.
Lo único que sabéis hacer es,
o bien desterrarme y maldecirme
o bien inmolaros como víctimas ante mi altar,
poseídos por una locura propia de bacantes;
y si uno de vosotros ha tenido alguna vez
la osadía de besar mis rojos labios,
peregrina descalzo y con hábito de penitente a Roma
y aguarda con paciencia que florezca su seco bastón,
mientras bajo mis pies brotan a todas horas rosas,
violetas y mirtos, cuyo perfume no percibís."
Leopold von Sacher-Masoch
Desde que el psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing utilizase su nombre para clasificar una de las perversiones sexuales básicas en su “Psychopathia Sexualis” (1886), junto al del Marqués de Sade, entre otros, la figura de Leopold von Sacher-Masoch sufrió, según muchos críticos, una de las más grandes injusticias literarias de la historia. Hasta ese momento, Sacher-Masoch había contado con una merecida fama de estilista y folclorista, y se llamaba a si mismo “el Turgueniev de la pequeña Rusia”, labrando cuidadas narraciones con el material histórico y místico de la tradición eslava, recogiendo los matices y constituciones primarias de los cuentos galitzianos, húngaros, prusianos y judíos.
Leopold von Sacher-Masoch nació el 29 de enero de 1836 en Lemberg, ciudad de la entonces Galitzia austriaca, siendo su padre el jefe de la policía y su madre una noble polaca. Aunque ejerció como profesor de historia en la universidad de Graz se dedicó sobre todo a la literatura. Sus amores con la esposa de un médico de Graz, que se divorció para vivir con él y de la que luego se alejó (como hizo con la mayoría de sus sucesivas relaciones) le dio tema para la obra "La mujer separada", a la que siguieron otras novelas y numerosos relatos, espacialmente la serie titulada "El legado de Caín" Pero su obra más recordada hoy es "La Venus de las píeles" (publicada en Stuttgart en 1870) basada en su relación con Fanny Pistor, con quien llegó a suscribir un contrato en el que se reconocía su esclavo. Sirviéndola como criado en un viaje a Italia, ella le utilizó en sus amoríos con un actor italiano, por el cual Sacher-Masoch tuvo asimismo el placer de ser también azotado.
A pesar del argumento la novela pasó sin escándalo y su autor se hizo famoso incluso en el mundillo literario parisiense, donde la prestigiosa Revue de Deux Mondes le presentó como un filósofo pesimista discípulo de Schopenhauer, para quien -escribía la Revue- "amar es ser yunque o martillo", sin quedar dudas sobre la apasionada preferencia del autor.
En 1873 se casó con la señorita Aurora Rümelin, cuya "Confesión de mi vida",publicada más tarde,ofrece copiosa información sobre la vida de su esposo. No siempre parecen muy creíbles ciertas afirmaciones suyas, sobre todo teniendo en cuenta que uno de los primeros biógrafos del autor, C. F. von Schlichtegroll, considera a la autora como una aventurera, según recuerda C. Bernaldo de Quirós, eminente penalista español que tradujo y prologó por primera vez "La Venus de las pieles".Y aunque hoy sea conocido casi exclusivamente por dicha obra, Sacher-Masoch fue un prolífico escritor, incluso dramaturgo, y sobre todo autor de relatos cortos, en ellos abundan las pieles tan adoradas. Las hay de todas clases: zorro blanco, cibelina, lobo, marta, oso blanco, armiño, tigre, pantera y hasta gato de algalia y otras selváticas en el cuento titulado Drama-Dscheutien.Los personajes principales son siempre femeninos, en papeles de amas y casi de diosas. Suelen ser fuertes, bien formadas y calificadas con frecuencia como "amazonas" o "poderosas", "demoníacas". Unas son rubias de largos cabellos, otras morenas y esbeltas según un tipo húngaro muy grato al autor. En alguna sus caderas de amazona se combinan con senos virginales, los ojos son profundos, misteriosos, dominantes; los gestos de alguna recuerdan a la pantera agresiva a punto de saltar. Visten a tono con esos rasgos, a veces a la manera rural en el Este europeo (falda corta y botas altas) pero también a la moda elegante, de salón o con aire masculino: pantalones de montar, sombreros varoniles, tricornios, casacas rojas y, muchas, la kazabaika o chaqueta adornada de piel.Los comportamientos suelen mostrar temperamentos dominadores. Esas heroínas montan a caballo, practican el tiro y la esgrima, cazan, doman caballos y fieras, se baten en duelo, luchan cuerpo a cuerpo, apuñalan con gallardía, vengan su honor o sus desgracias en forma cruel. Si es preciso se alían con bandidos e incluso capitanean una cuadrilla. Aunque también saben vencer seduciendo, ofreciéndose con "descuido lascivo" o dominando "el arte de tenderse en un sofá".
Con "El legado de Caín "que no llegó a desarrollar y que conocemos por una carta a su hermano Carlos fechada en 1869,pretendía abarcar todos los que estimaba grandes temas de la existencia humana: Amor sexual, Propiedad, Estado, Guerra, Trabajo y Muerte. Quizás su mente empezaba ya a desordenarse, pues no tardó en sufrir crisis de demencia por las cuales en 1895 fue ingresado en el asilo de alienados de Mannheim, donde terminó su vida.
Si Maurice Blanchot y Georges Bataille fueron los más atentos y prolíficos lectores de Sade, Gilles Deleuze fue quien mejor supo sistematizar una lectura coherente sobre la totalidad de la obra y las implicaciones psicológicas y filosóficas de Sacher-Masoch. Dedicó un ensayo clásico a desarmar aquello que creía una monstruosidad terminológica: el sado-masoquismo, argumentando que el concepto no hacía justicia a ninguna de las dos propuestas literarias, además de unir de forma inoperante dos términos antagónicos. El lenguaje de Sacher-Masoch es sugerente en la búsqueda de persuasión, el de Sade la descripción de un acto de violencia, de la violación del ámbito de lo prohibido, el mayor acercamiento entre Tanatos y Eros.
La injusticia para con su obra quizá sea doble: El recuerdo de su nombre asociado a una patología y no a una literatura, y haber funcionado como un complemento de Sade y el sadismo. En el prólogo al ensayo de Gilles Deleuze ya se denunciaba esta situación: “Con demasiada ligereza se considera que basta con trastocar los signos, subvertir los impulsos y pensar la gran unidad de los contrarios para obtener Masoch a partir de Sade. El tema de una unidad sado-masoquista, de una entidad sado-masoquista, fue muy perjudicial para Masoch. No sólo sufrió un olvido injusto sino también una injusta complementariedad, una injusta unidad dialéctica.”
a vosotros los hijos de la reflexión,
os incomoda el amor entendido como goce supremo,
os incomoda la divina jovialidad.
Ese amor os trae desgracias.
Os hacéis vulgares en cuanto quereis mostraros naturales.
La naturaleza se os presenta como algo hostil;
a los risueños dioses de Grecia nos habéis convertido en diablos y a mi, como a todas las diosas, me habéis transformado en una diablesa.
Lo único que sabéis hacer es,
o bien desterrarme y maldecirme
o bien inmolaros como víctimas ante mi altar,
poseídos por una locura propia de bacantes;
y si uno de vosotros ha tenido alguna vez
la osadía de besar mis rojos labios,
peregrina descalzo y con hábito de penitente a Roma
y aguarda con paciencia que florezca su seco bastón,
mientras bajo mis pies brotan a todas horas rosas,
violetas y mirtos, cuyo perfume no percibís."
Leopold von Sacher-Masoch
Desde que el psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing utilizase su nombre para clasificar una de las perversiones sexuales básicas en su “Psychopathia Sexualis” (1886), junto al del Marqués de Sade, entre otros, la figura de Leopold von Sacher-Masoch sufrió, según muchos críticos, una de las más grandes injusticias literarias de la historia. Hasta ese momento, Sacher-Masoch había contado con una merecida fama de estilista y folclorista, y se llamaba a si mismo “el Turgueniev de la pequeña Rusia”, labrando cuidadas narraciones con el material histórico y místico de la tradición eslava, recogiendo los matices y constituciones primarias de los cuentos galitzianos, húngaros, prusianos y judíos.
Leopold von Sacher-Masoch nació el 29 de enero de 1836 en Lemberg, ciudad de la entonces Galitzia austriaca, siendo su padre el jefe de la policía y su madre una noble polaca. Aunque ejerció como profesor de historia en la universidad de Graz se dedicó sobre todo a la literatura. Sus amores con la esposa de un médico de Graz, que se divorció para vivir con él y de la que luego se alejó (como hizo con la mayoría de sus sucesivas relaciones) le dio tema para la obra "La mujer separada", a la que siguieron otras novelas y numerosos relatos, espacialmente la serie titulada "El legado de Caín" Pero su obra más recordada hoy es "La Venus de las píeles" (publicada en Stuttgart en 1870) basada en su relación con Fanny Pistor, con quien llegó a suscribir un contrato en el que se reconocía su esclavo. Sirviéndola como criado en un viaje a Italia, ella le utilizó en sus amoríos con un actor italiano, por el cual Sacher-Masoch tuvo asimismo el placer de ser también azotado.
A pesar del argumento la novela pasó sin escándalo y su autor se hizo famoso incluso en el mundillo literario parisiense, donde la prestigiosa Revue de Deux Mondes le presentó como un filósofo pesimista discípulo de Schopenhauer, para quien -escribía la Revue- "amar es ser yunque o martillo", sin quedar dudas sobre la apasionada preferencia del autor.
En 1873 se casó con la señorita Aurora Rümelin, cuya "Confesión de mi vida",publicada más tarde,ofrece copiosa información sobre la vida de su esposo. No siempre parecen muy creíbles ciertas afirmaciones suyas, sobre todo teniendo en cuenta que uno de los primeros biógrafos del autor, C. F. von Schlichtegroll, considera a la autora como una aventurera, según recuerda C. Bernaldo de Quirós, eminente penalista español que tradujo y prologó por primera vez "La Venus de las pieles".Y aunque hoy sea conocido casi exclusivamente por dicha obra, Sacher-Masoch fue un prolífico escritor, incluso dramaturgo, y sobre todo autor de relatos cortos, en ellos abundan las pieles tan adoradas. Las hay de todas clases: zorro blanco, cibelina, lobo, marta, oso blanco, armiño, tigre, pantera y hasta gato de algalia y otras selváticas en el cuento titulado Drama-Dscheutien.Los personajes principales son siempre femeninos, en papeles de amas y casi de diosas. Suelen ser fuertes, bien formadas y calificadas con frecuencia como "amazonas" o "poderosas", "demoníacas". Unas son rubias de largos cabellos, otras morenas y esbeltas según un tipo húngaro muy grato al autor. En alguna sus caderas de amazona se combinan con senos virginales, los ojos son profundos, misteriosos, dominantes; los gestos de alguna recuerdan a la pantera agresiva a punto de saltar. Visten a tono con esos rasgos, a veces a la manera rural en el Este europeo (falda corta y botas altas) pero también a la moda elegante, de salón o con aire masculino: pantalones de montar, sombreros varoniles, tricornios, casacas rojas y, muchas, la kazabaika o chaqueta adornada de piel.Los comportamientos suelen mostrar temperamentos dominadores. Esas heroínas montan a caballo, practican el tiro y la esgrima, cazan, doman caballos y fieras, se baten en duelo, luchan cuerpo a cuerpo, apuñalan con gallardía, vengan su honor o sus desgracias en forma cruel. Si es preciso se alían con bandidos e incluso capitanean una cuadrilla. Aunque también saben vencer seduciendo, ofreciéndose con "descuido lascivo" o dominando "el arte de tenderse en un sofá".
Con "El legado de Caín "que no llegó a desarrollar y que conocemos por una carta a su hermano Carlos fechada en 1869,pretendía abarcar todos los que estimaba grandes temas de la existencia humana: Amor sexual, Propiedad, Estado, Guerra, Trabajo y Muerte. Quizás su mente empezaba ya a desordenarse, pues no tardó en sufrir crisis de demencia por las cuales en 1895 fue ingresado en el asilo de alienados de Mannheim, donde terminó su vida.
Si Maurice Blanchot y Georges Bataille fueron los más atentos y prolíficos lectores de Sade, Gilles Deleuze fue quien mejor supo sistematizar una lectura coherente sobre la totalidad de la obra y las implicaciones psicológicas y filosóficas de Sacher-Masoch. Dedicó un ensayo clásico a desarmar aquello que creía una monstruosidad terminológica: el sado-masoquismo, argumentando que el concepto no hacía justicia a ninguna de las dos propuestas literarias, además de unir de forma inoperante dos términos antagónicos. El lenguaje de Sacher-Masoch es sugerente en la búsqueda de persuasión, el de Sade la descripción de un acto de violencia, de la violación del ámbito de lo prohibido, el mayor acercamiento entre Tanatos y Eros.
La injusticia para con su obra quizá sea doble: El recuerdo de su nombre asociado a una patología y no a una literatura, y haber funcionado como un complemento de Sade y el sadismo. En el prólogo al ensayo de Gilles Deleuze ya se denunciaba esta situación: “Con demasiada ligereza se considera que basta con trastocar los signos, subvertir los impulsos y pensar la gran unidad de los contrarios para obtener Masoch a partir de Sade. El tema de una unidad sado-masoquista, de una entidad sado-masoquista, fue muy perjudicial para Masoch. No sólo sufrió un olvido injusto sino también una injusta complementariedad, una injusta unidad dialéctica.”