29 jul 2005
EL CAMINO DEL GUERRERO
El término samurai significa guardián o aquél que sirve, y fue el nombre que recibieron los guerreros del antiguo Japón feudal que existieron desde mediados del siglo X hasta la era Meiji en el siglo XIX.
La razón de ser de estos hombres era defender hasta con su vida a los daimyo o señores feudales que los contrataban. No estaban interesados en acumular fortuna, sino en cultivar el honor de su familia, antepasados y patria. Inicialmente, fueron cobradores de impuestos y funcionarios civiles del imperio, que se encargaban de establecer el orden. Sin embargo, con el tiempo se oficializó la denominación samurai y se le sumaron funciones militares.En un principio, cualquier ciudadano podía convertirse en un samurai, los requisitos eran que dominara las artes marciales, contara con reputación y que fuese contratado por un señor feudal. No obstante, durante los años del reinado Tokugawa, que empezó en 1603, los samurais comenzaron a disfrutar de grandes privilegios y se convirtieron en una casta. A partir de entonces, el título samurai empezó a pasar de padres a hijos. Hacerse bushi o guerrero samurai llenaba al hombre y a su familia de gran honor.Aquellos que estaban desempleados, bien sea porque no tenía a quien servir o a consecuencia de que su señor había sido sustituido de su cargo, recibían el nombre de samurais de ronin.
A finales del siglo XVIII, el sistema de gobierno ejercido durante la era Tokugawa entró en decadencia, y a consecuencia de la escasez de guerras los samurais perdieron su preponderancia.Los samurais y su estilo de vida fueron oficialmente abolidos a principios de 1870. Seis años después perdieron el derecho a llevar sable y se vetaron los combates entre las familias nobles. La mayoría de los samurais desaparecieron paulatinamente en el anonimato, pero sus gestas y hazañas continúan vivas en un buen número de películas y documentales, y en el código de honor o Bushido que aún hoy prevalece en la sociedad nipona.
Los samurais tenían el derecho y el deber de llevar siempre en la cintura el abanico o gumpai y dos espadas llamadas daisho. Se trataba de una pequeña espada denominada wakizashi que medía unos 40 cm, y de otra más grande llamada katana cuya longitud era de 60 cm. Ésta era el sable de combate de los samurais, al cual consideraban como su propia alma y cuidaban casi más que a si mismos. Además de dominar el manejo de estas armas, eran muy diestros en el uso del arco y flecha. Estos guerreros tenían la obligación de estar siempre limpios. Debían lavarse las manos y los pies por la mañana y la noche, y bañarse diariamente. Por si fuera poco, debían arreglarse el cabello y llevar completamente afeitada la parte superior de la frente. Comer, combatir, visitar a un amigo, morir, todos lo actos de los samurais debían estar llenos de rigurosa etiqueta. Ellos se regían por el Bushido o Camino del guerrero, un código de honor que les prohibía demostrar miedo y cobardía. Lo más importante era cuidar el honor de su nombre, familia y ancestros, aunque eso implicara perder la vida. Para los samurais la muerte era sólo un modo de perpetuar la existencia y era preferible a ser derrotado o hecho prisionero, por lo que en el campo de batalla estos hombres eran considerados los guerreros más letales.
El Bushido, cuya traducción literal es El Camino del guerrero, se desarrolló en Japón entre las eras Heian y Tokugawa, correspondientes a los siglos IX y XII. Su nombre se compone de dos palabras, bushi que significa guerrero y se refiere a los que formaban parte de las buke o familias de tradición guerrera (en oposición a las honke o familias nobles), y la sílaba -do que se traduce como camino o vía. Constituye un código que dictaba un modo de vida, y establecía los parámetros bajos los cuales debían actuar los samurais.
En él se integran los preceptos morales de Confucio, las creencias sintoístas y los dogmas del budismo Zen. Establece que los samurais no le temen a la muerte y prefieren fallecer a ser deshonrados; que deben liberarse de miedos e inseguridades, que ante todo deben ser leales a sus señores, a su patria y a su familia; implica la veneración a los antepasados y al emperador, el respeto de la palabra dada, el desapego a lo material y una ética insobornable; y da gran importancia a elementos como justicia, benevolencia, amor, sinceridad, honestidad, espíritu marcial, auto-control, auto-sacrificio, pureza, modestia y frugalidad.
Los samurais eran una especie de caballeros, al estilo de los de la Europa Medieval, que siempre debían estar preparados para combatir y para quienes la muerte debía estar llena de valor, de modo que enorgulleciera y honrara a las generaciones pasadas y venideras. Ser alcanzado por una flecha en un campo de batalla, ser derrotado o hecho prisionero era un descrédito que sólo podría solventarse con el seppuku o harakiri. Mismo destino les esperaba a aquellos que hubiesen transgredido alguna de las normas del Bushido.
Comúnmente a este ritual, que consistía literalmente en abrirse en vientre, se le conoce como harakiri, de la palabra hara que significa estómago y kiri que es corte. Sin embargo el término correcto es seppuku. Los japoneses pensaban que tanto el alma como el espíritu humano se encontraban en un punto del vientre llamado hara, ubicado a unos dos dedos del ombligo entre éste y la columna vertebral, en el que se concentraba el ki u ola de energía vital, de ahí que fuera éste el punto elegido para acabar con la vida. Esta ceremonia suicida estaba reservada para los samurais que por alguna razón debían restablecer su honor a través de su propia muerte. Era un procedimiento sumamente doloroso y sagrado, que requería de minuciosidad y etiqueta.
El samurai que iba a cometer seppuku debía escribir un poema de despedida, y tener al menos un día de ayuno para que su estómago estuviese vacío al momento de cortarlo. Además, debía acompañarlo kaishakunin, un compañero o ayudante, que le cortara la cabeza para acabar limpiamente con el ritual. Vestido todo de blanco, color de la purificación, el samurai se sentaba sobre una esterilla o tatami en posición de reposo con la espalda derecha, la cabeza recta y las manos sobre las rodillas, con el fin de meditar. Frente a él estaba colocada el arma, su wakizashi, la espada más corta de las dos que portaba diariamente. Luego de meditar, procedía a desnudarse de la cintura para arriba, e insertaba el puñal en el abdomen para proceder al corte. Éste podía ser en dirección horizontal, pero por lo general se hacía diagonalmente, empezando desde el extremo inferior izquierdo para atravesar muy despacio el abdomen hacia la derecha y llegar suavemente arriba, para después deslizar la espada nuevamente hacia abajo. En ese instante, el kaishakunin decapitaba al samurai.
Las esposas de los bushi se suicidaban con un kaiken, un pequeño puñal sin guarda, con el que se abrían la garganta en la arteria carótida.
Los samurais se involucraban mucho en la educación de sus hijos en conjunto con su esposa. Les inculcaban lealtad y devoción al señor feudal, coraje, disciplina y valentía ante la muerte, con el fin de que fuesen dignos de llevar el nombre de su padre. A los cinco años de edad los niños aprendían a manejar el arco y la flecha, y poco después iniciaban la práctica de equitación. Era fundamental que estuviesen familiarizados con los clásicos chinos y japoneses, que conocieran la escritura china, y que manejaran las armas con pericia.Desde los 10 años y hasta los 15 años recibían una educación intensiva, en la que obtenían conocimientos de caligrafía, poesía y música, entre otras materias, y se entrenaban en artes marciales. También leían crónicas de guerra e historia antigua, con la finalidad de formase un pensamiento marcial en los jóvenes. Un samurai era considerado adulto a los 15 años. Entonces se celebraba la ceremonia llamada gempuku, mediante la cual se confirmaba su llegada a la adultez. Desde ese instante, debía cambiar su modo de vestir, cargar consigo siempre sus espadas y obedecer el Bushido.
Generalmente, el heredero de la tradición samurai era el hijo primogénito. No obstante, como lo más importante era elegir al más apto para ejercer ese rol, el padre podía seleccionar al descendiente que considerara con mayor capacidad de honrar a su familia y ancestros. Si entre los hijos no hallaba ninguno que cumpliera los requisitos, podía adoptar. A la muerte del padre, el heredero debía hacerse cargo de sus hermanas y hermanos.
El credo del samurai:
No tengo parientes
Yo hago que la Tierra y el Cielo lo sean.
No tengo hogar
Yo hago que el Tan T'ien lo sea.
No tengo poder divino
Yo hago de la honestidad mi poder divino.
No tengo medios
Yo hago mis medios de la docilidad.
No tengo poder mágico
Yo hago de mi personalidad mi poder mágico.
No tengo cuerpo
Yo hago del estoicismo mi cuerpo.
No tengo ojos
Yo hago del relámpago mis ojos.
No tengo oídos
Yo hago de mi sensibilidad mis oídos.
No tengo extremidades
Yo hago de la rapidez mis extremidades.
No tengo leyes
Yo hago de mi auto-defensa mis leyes.
No tengo estrategia
Yo hago de lo correcto para matar y de lo correcto para restituir la vida mi estrategia.
No tengo ideas
Yo hago de tomar la oportunidad de antemano mis ideas.
No tengo milagros
Yo hago de las leyes correctas mis milagros.
No tengo principios
Yo hago de la adaptabilidad a todas las circunstancias mis principios.
No tengo tácticas
Yo hago del vacío y la plenitud mis tácticas.
No tengo talento
Yo hago que mi astucia sea mi talento.
No tengo amigos
Yo hago de mi mente mi amiga.
No tengo enemigos
Yo hago del descuido mi enemigo.
No tengo armadura
Yo hago de la benevolencia mi armadura.
No tengo castillo
Yo hago de mi mente inamovible mi castillo.
No tengo espada
Yo hago de mi No mente mi espada.