20 jun 2007

HERO



Conflicto, asesinos de poético estilo y nombre, filosofía oriental, pasiones no comprendidas del todo por los occidentales, y toques de caligrafía, amor, celos, dedicación, y heroísmo. Todo un deleite al paladar, una joya visual de colores hermosos, y una gota de tinta (china) en un lienzo de género, de cultura y del cine que vale la pena, del cine pensado, realizado con una paciencia narrativa y una estética difícil de encontrar en otros países.

Hero, del productor de Crouching Tiger, Hidden Dragon, retoma la idea épica de una narración de combatientes y cierto grado de intriga -con artes marciales y combates coreografiados como los que cautivaron a todo el mundo- y nos lleva a intentos de asesinato de un emperador, en manos de un director de calidad reconocida (aunque no sea del gusto de todos, Zhang Yimou tiene dos nominaciones a la estatuilla dorada de Hollywood), en una cinta que ya tuvo una nominación como Mejor Cinta Extranjera en los Oscar y que es, a todas luces, una superproducción que parte de una historia tremendamente simple pero servida con deleite, con estaciones, colores y toques visuales de belleza insuperable.

Histórica de base (la unificación de China -la unión de diversos reinos- fue un momento histórico de consecuencias increíbles a la fecha), con alusiones a la corrupción de ideales (un principio de unir ‘todo bajo el cielo’ puede dar paso a la obvia decadencia si no se recuerda el ideal inicial), y con la relevancia de los héroes anónimos (como el héroe Sin Nombre que narra lo ocurrido), el amor, la pasión, el compromiso y los valores tradicionales (artes marciales, escritura, estética, disciplina, confianza) surgen en medio de armas, bailes, duelos imposibles, flechas que surcan los cielos, asesinatos y consecuencias. Un juego de símbolos obvios y ocultos, un universo lleno de estética como apoyo, donde hasta una idea pacifista queda manifiesta entre los combates de guerreros, con toques de honor y de apego a las leyes, apareciendo como un aroma sutil, pero poderoso, que se respira en el proyecto.

La narrativa, contada como episodios aislados pero unidos, con distintos observantes (al estilo de una Rashomon), tiene una estética propia de quien ve lo que ocurre, quien entiende o explica las opciones, y así los colores y texturas de cada momento son una narrador más, uno sutil, un esteta, un detallista y omnisciente pintor.

El presupuesto, una cifra astronómica para los estándares chinos, puede sorprender: 30 millones de dólares (apenas el sueldo de una sola estrella en cualquier producción costosa en Hollywood), la cinta más cara jamás hecha en China, y la traducción a logros es sorprendente: producción, CGIs, coreografías de arneses, y locaciones de ensueño dan pie a una cinta que tiene la apariencia de haber costado más, mucho más.

Una joya. Ni siquiera la autocomplacencia que llega a respirarse a momentos logra impedir el aroma de clásico, el de esas cintas-gozo que dejan sabores (con especias orientales) que perduran.

Una hermosa flor fílmica cargada de poesía, cortada con delicadeza con una espada milenaria a una rapidez vertiginosa, y que libera su aroma épico entre flechas y tinta.

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