25 nov 2007

ALMA DE CRISTAL

Bill Evans introdujo una nueva dinámica en la que cada uno de los miembros de un trío de jazz podían, en determinados momentos, intercambiar sus roles e incluso embarcarse en una improvisación simultánea, convirtiendo al jazz en una plataforma de comunicación e interacción democrática, una suerte de metáfora de la libertad. Esa metáfora quedó plasmada, con menor o mayor intensidad, en toda la obra de Bill Evans y en la de muchos pianistas posteriores que siguieron su ejemplo, como Herbie Hancock, Keith Jarrett y Brad Mehldau. Pero se encarnó con mayor perfección en "Sunday at the Village Vanguard "y "Waltz for Debby" dos asombrosos discos grabados el 25 de junio de 1961 en el legendario club neoyorquino, con Scott LaFaro en bajo y Paul Motian en la batería. Esa aportación bastaría para asignar a Bill Evans un lugar de excepción en la música del siglo. La tensión sutil y firme entre la belleza de los acordes de Evans, las líneas melódicas de LaFaro y la alfombra mágica de la batería de Motian no sólo instauran una nueva relación entre sus instrumentos; también suenan con la alegría del descubrimiento, con la emoción del momento irrepetible.A pesar de su proverbial timidez, de una introspección que le causó no pocos problemas en el mundo del jazz de los cincuenta, dominado, en algunos aspectos, por un panteón de grandes músicos negros que sobrevivían a fuerza de ver la vida como una batalla constante, Bill Evans grabó buenos discos solistas hasta que Miles Davis lo sumó a su grupo y lo convirtió en uno de los dos pianistas de Kind of Blue (1959), tal vez el disco más importante (o famoso) de todo el jazz. El otro era Wynton Kelly, que aportaba el ardor y la presencia negra. La función de Evans se relacionaba con su sentido melódico, su profundo conocimiento del valor del silencio y su talento con la composición. Hoy, el calificativo evansiano se aplica al respeto por los silencios, al sentido de la melodía, a la reflexión sobre las tensiones internas de los acordes.En cierto sentido, Bill Evans encarnó un papel dramático: el del músico blanco que, lejos de atrincherarse en el cool, entró en el terreno duro del jazz aportando una sensibilidad europea y un melodismo personal que crearon un milagro musical sutilmente conflictivo. En sus insuperables acordes, en sus memorables melodías y en sus silencios, esa tensión estaba subyacente, discreta pero constante. Podría decirse, también, que, además de la dinámica grupal, del lirismo y del poder del silencio, esa tensión —política, irresoluble— fue su tercer gran aporte a la música.

Nació en Plainfield, Nueva Jersey, el 16 de agosto de 1929,Sus ancestros eran galeses por parte de padre y rusos por parte de madre, lo que lo enfrentó con distintas tradiciones culturales.El estudio aplicado, la adolescencia en los suburbios, un carácter introvertido y un previsiblemente ingrato paso por el servicio militar confluyeron en este hombre que durante la segunda mitad de la seminal década del ’50 llamó la atención de los grandes modernistas del género: George Russell, Charlie Mingus, Gunther Schuller, Miles Davis.
Evans era distinto a todos. Conocía el jazz y su estilo ciertamente revelaba las influencias de grandes como Bud Powell y Lennie Tristano, a quienes admiraba, pero su originalidad estaba íntimamente ligada con su modestia, una modestia propia de los sabios, como su admirado Sócrates, que encontraba en la propia ignorancia el punto de partida para acceder a la sabiduría.
Lector apasionado del Zen (antes de que fuera una moda), Evans grabó en 1957 unas sesiones con el clarinetista Tony Scott (experto en la materia) que dieron origen a lo que fue su grupo más renombrado. En efecto, en esta grabación participaron Motian y el muy joven contrabajista Scott LaFaro, un músico dotado de una técnica descomunal y un sentido melódico fuera de lo común. Además de producir buena música en sí misma, la sesión dio pie a la formación de uno de los grupos clave de la historia del género. El trío con LaFaro y Motian representó una instancia superior en el concepto de ejecución grupal de música improvisada. A partir de esta experiencia (que duró demasiado poco, debido a la prematura muerte de LaFaro en 1961, víctima de un accidente automovilístico), las diferencias entre solista y acompañante se tornaron cada vez más difusas, adoptando un esquema interactivo en lugar de la convencional asignación de roles estáticos.
Si bien durante este período Evans trabajó con Miles Davis, Jim Hall y Oliver Nelson, con quienes incluso grabó obras maestras como Kind of Blue, Undercurrent y Blues and the Abstract Truth respectivamente, el laboratorio en al que ponía a prueba sus descubrimientos era el trío, y, como no podía ser de otro modo, la muerte de LaFaro significó para Evans una tragedia artística y personal.
Un estado de gran angustia lo llevó a retirarse por un lapso de un año, para volver con un nuevo contrabajista, Chuck Israels, con quien intentó un esquema similar. Luego vino Gary Peacock, pero lo que quedaba de aquel trío finalmente desapareció con la ida de Motian en 1964.
Evans, que había sido una influencia decisiva en los jóvenes pianistas de la época había pasado ahora a concentrarse más en su propio pianismo que en la exploración de nuevas posibilidades como había sucedido en los primeros años.
Desde entonces hasta su muerte hubo varias oportunidades en las cuales logró establecer tríos que tuvieran una duración prolongada. Entre 1969/74 con Eddie Gomez al contrabajo y Marty Morell en batería, un período entre 1977/79 con Gomez y Eliot Zigmund, y finalmente entre 1979/80 con Marc Johnson y Joe LaBarbera. Aunque siempre mantuvo un nivel instrumental altísimo, el esquema había tomado un carácter en cierto modo rutinario.
¿Fue entonces Bill Evans un músico conservador, como reiteradas veces se lo ha acusado? Indudablemente que sí lo fue, aunque de ninguna manera se lo puede tildar de reaccionario. Tal como se ha dicho, Evans llevó adelante avances importantísimos que hoy día siguen siendo parte constitutiva del modo de tocar el jazz.
A su reconocida maestría en el plano armónico, que es la principal via de acercamiento al Bill Evans “romántico” de los últimos años, hay que agregarle otras facetas relevantes. Fue un gran compositor. Pese a no haber dejado una gran cantidad de obras, varias de ellas como “Very Early”, “Time Remembered”, “Walkin’ up”, “34 Skidoo”, “Orbit” o “Re:Person I Knew” muestran una gran originalidad de ideas, nada reaccionaria, por cierto. En el plano rítmico, puso en práctica una cantidad de ideas respecto a la complejización del ritmo que bien podían no ser propias (en esto hay una gran conexión con Tristano), pero que recién con él adquirieron una forma de cosa terminada. Igualmente en su papel de líder y la permanente conversación musical establecida entre los miembros del grupo. Basta escuchar las versiones de “Solar” y “Milestones” en las sesiones del Vanguard junto a LaFaro y Motian para comprobar la veracidad de lo aquí afirmado.
Respecto a su formación decía “una de las cosas que me vienen a la mente es que de chico fui condicionado a sentir una gran reverencia por el arte”. Esa concepción del arte como algo superior rigió toda su vida, y seguramente en sus propias palabras está la explicación a lo que fue en definitiva la razón de su existencia.
Un irresuelto problema de adicción a las drogas deterioró su ya de por sí frágil contextura. Evans vivió sus últimos años atormentado por la idea de la muerte. El inmenso dolor por el fallecimiento de su hermano Harry lo llevó a dedicarle el tema “We Will Meet Again” (“Nos volveremos a encontrar”), y un álbum de 1977 lleva el título “I Will Say Goodbye” (“Diré adiós”).
El lunes 15 de septiembre de 1980, Bill Evans murió en la ciudad de Nueva York como consecuencia de una úlcera gástrica.



Nota al pie:Junto a Jim Hall grabó "Romain" uno de mis temas preferidos...digo,nomás

Contador gratis