SEDA
Para muchos la literatura puede ser casi adictiva. Claro: entendiendo esto último en su mejor sentido, en ese tener que regresar inevitablemente al goce de leer y releer un relato.
Al ser convidados por el autor participamos de una historia, que no es la nuestra ni nos resulta próxima; pero que en calidad de testigos, al comprometernos o ser atrapados por la trama, la hacemos propia y cercana. Al menos durante el momento íntimo de la lectura, vivimos otras vidas posibles: tal vez ahí radique el fermento más vigoroso para hacer crecer una afición lectora.
Seda, de Alessandro Baricco, pertenecería a ese grupo de obras en las que resulta difícil decidir si se trata de una novela corta o de un cuento largo. En todo caso ese asunto no interesa, es lo de menos. Lo que importa es que, como un velo, como una pieza de seda, nos envuelve, acaricia y ciñe. Una vez que hemos comenzado a extender -mediante la lectura- el exótico género, evitaremos a toda costa dañarlo o fragmentarlo con el desgarrón que implica la interrupción de la lectura. Sin duda alguna, usted como lector caerá más fácilmente en la tentación de volver a leerlo que en la de parar a la mitad. Ahora que si la fuerza de lo cotidiano le obliga a ello, buscará el rato clandestino que dan las horas de la media noche y la madrugada, para iniciar nuevamente hasta terminar.
La trama es de lo más sencilla, hasta cierto punto lineal, al igual que la seda que le da nombre al libro. En apariencia es una historia de amor. Pero no es así: para ello tendría que haber correspondencia, al menos una posibilidad. En Seda lo que se hila es una posible historia de amor, lo que el protagonista hubiese querido, pero lo que la geografía, el tiempo y la cultura harían imposible. Así pues, Seda relata un amor imposible, improbable y, por tanto, frustrado.
Vale la pena puntualizar que Seda tiene como contexto el mercado y la ruta de los gusanos de seda entre Europa y Japón, durante la segunda mitad del siglo XIX. Tiempos aquellos en los que epidemias larvarias, imposibilitaban el uso de gusanos procedentes de los sitios tradicionales más cercanos. Tiempos también en los que, un Japón hermético y cerrado sobre sí mismo, hacían del francés Hervé Joncour, una amenaza.
Con la misma delicadeza de la seda, los personajes secundarios tienen la fuerza del hilo delgado, y son capaces -como caprichoso titiritero que poco aparece en el escenario- de alterar destinos. Tal es el caso de la esposa de Joncour, del patrón, e incluso de la matrona japonesa inmigrada años atrás y que, aún regenteando una casa de citas, establece una complicidad femenina que no tiene otro objetivo que "salvar" un matrimonio convencional.
Hay escritores que con la aparición de recursos tecnológicos como los simuladores, los discos compactos, la interactividad y otros, han intentado dotar a la letra impresa con elementos que, desde su punto de vista, enriquecerían sensorialmente un texto. Paupérrima valoración del propio trabajo, si quien escribe considera que requiere de prótesis multimedia y ortopedia digital como soporte literario.
Caso diametralmente opuesto es el Alessandro Baricco, quien a través de su escritura seduce y estimula los sentidos. Para ello se vale tan sólo de palabras.Es curiosa e intrigante la manera en que ha logrado, en Océano Mar por ejemplo, hacernos percibir el salino aroma de la brisa mientras leemos, o casi hacernos sentir los residuos de arena que, aun sin haber estado nunca en la playa, han quedado al margen de las hojas.
En su libro Seda, sucede algo similar. Más que texto, es textura. Suave, etéreo, volátil y ligero: justo como la seda. Leyendo tocamos, leyendo somos tocados. Al igual que para Joncour, la seda, esta Seda de Baricco, es un delicado tejido por el que vale la pena viajar medio mundo.Alessandro Baricco (Turín, Italia 1958) ha sido multipremiado como autor de obras tales como: Tierras de cristal, Océano Mar y City. Quizá igualmente meritoria ha sido su actividad como promotor del placer de la lectura, además de ser el fundador de una escuela de escritura que, con toda seguridad, dará a luz a varios de los autores italianos que serán importantes en los próximos años
Al ser convidados por el autor participamos de una historia, que no es la nuestra ni nos resulta próxima; pero que en calidad de testigos, al comprometernos o ser atrapados por la trama, la hacemos propia y cercana. Al menos durante el momento íntimo de la lectura, vivimos otras vidas posibles: tal vez ahí radique el fermento más vigoroso para hacer crecer una afición lectora.
Seda, de Alessandro Baricco, pertenecería a ese grupo de obras en las que resulta difícil decidir si se trata de una novela corta o de un cuento largo. En todo caso ese asunto no interesa, es lo de menos. Lo que importa es que, como un velo, como una pieza de seda, nos envuelve, acaricia y ciñe. Una vez que hemos comenzado a extender -mediante la lectura- el exótico género, evitaremos a toda costa dañarlo o fragmentarlo con el desgarrón que implica la interrupción de la lectura. Sin duda alguna, usted como lector caerá más fácilmente en la tentación de volver a leerlo que en la de parar a la mitad. Ahora que si la fuerza de lo cotidiano le obliga a ello, buscará el rato clandestino que dan las horas de la media noche y la madrugada, para iniciar nuevamente hasta terminar.
La trama es de lo más sencilla, hasta cierto punto lineal, al igual que la seda que le da nombre al libro. En apariencia es una historia de amor. Pero no es así: para ello tendría que haber correspondencia, al menos una posibilidad. En Seda lo que se hila es una posible historia de amor, lo que el protagonista hubiese querido, pero lo que la geografía, el tiempo y la cultura harían imposible. Así pues, Seda relata un amor imposible, improbable y, por tanto, frustrado.
Vale la pena puntualizar que Seda tiene como contexto el mercado y la ruta de los gusanos de seda entre Europa y Japón, durante la segunda mitad del siglo XIX. Tiempos aquellos en los que epidemias larvarias, imposibilitaban el uso de gusanos procedentes de los sitios tradicionales más cercanos. Tiempos también en los que, un Japón hermético y cerrado sobre sí mismo, hacían del francés Hervé Joncour, una amenaza.
Con la misma delicadeza de la seda, los personajes secundarios tienen la fuerza del hilo delgado, y son capaces -como caprichoso titiritero que poco aparece en el escenario- de alterar destinos. Tal es el caso de la esposa de Joncour, del patrón, e incluso de la matrona japonesa inmigrada años atrás y que, aún regenteando una casa de citas, establece una complicidad femenina que no tiene otro objetivo que "salvar" un matrimonio convencional.
Hay escritores que con la aparición de recursos tecnológicos como los simuladores, los discos compactos, la interactividad y otros, han intentado dotar a la letra impresa con elementos que, desde su punto de vista, enriquecerían sensorialmente un texto. Paupérrima valoración del propio trabajo, si quien escribe considera que requiere de prótesis multimedia y ortopedia digital como soporte literario.
Caso diametralmente opuesto es el Alessandro Baricco, quien a través de su escritura seduce y estimula los sentidos. Para ello se vale tan sólo de palabras.Es curiosa e intrigante la manera en que ha logrado, en Océano Mar por ejemplo, hacernos percibir el salino aroma de la brisa mientras leemos, o casi hacernos sentir los residuos de arena que, aun sin haber estado nunca en la playa, han quedado al margen de las hojas.
En su libro Seda, sucede algo similar. Más que texto, es textura. Suave, etéreo, volátil y ligero: justo como la seda. Leyendo tocamos, leyendo somos tocados. Al igual que para Joncour, la seda, esta Seda de Baricco, es un delicado tejido por el que vale la pena viajar medio mundo.Alessandro Baricco (Turín, Italia 1958) ha sido multipremiado como autor de obras tales como: Tierras de cristal, Océano Mar y City. Quizá igualmente meritoria ha sido su actividad como promotor del placer de la lectura, además de ser el fundador de una escuela de escritura que, con toda seguridad, dará a luz a varios de los autores italianos que serán importantes en los próximos años
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